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En este documento se comparte una propuesta de cómo plantear la financiación de la cultura como bien público en términos estratégicos, porque es importante definir cómo se financiará una gobernanza efectiva y alineada con la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible. También es preciso entender y medir mejor los impactos positivos y negativos de tomar en cuenta o no, las cuestiones culturales en los procesos de desarrollo sostenible. Con ello, se estaría intentando ampliar la concepción de la economía creativa como actividades económicas relacionadas con las cadenas de valor, a un enfoque de financiación estratégica y sus impactos en el desarrollo sostenible. Lo nuevo es que conecta, reograniza y pone en sistema enfoques clave de la sostenibilidad.

El propósito fundamental es integrar diversos instrumentos disponibles y resultantes del trabajo de pensamiento crítico aplicado de UNESCO en todos estos años, con la experiencia más reciente de un país como Panamá, que se ha planteado, con el apoyo de la UNESCO y la Unión Europea, el diseño de una política pública de economía creativa para el desarrollo sostenible.

Para lo cual, se aborda, en una primera parte, cómo se ha pensado e implementado el discurso sobre la economía creativa en UNESCO y otras agencias del Sistema de Naciones Unidas, sin que se aspire a que sea un riguroso análisis de sus implicaciones, ni una historia de la apropiación de los conceptos. Sí nos ha interesado valorar cómo, en diversos momentos y con disímiles propósitos, se han enfocado los vínculos entre cultura y desarrollo, desde una dimensión económica. No es un debate intelectual que pone la cuestión en un campo de problemas académico. Sus fuentes son fundamentalmente los documentos de trabajo de UNESCO y otras agencias del ámbito multilateral.

Una segunda parte hace un esfuerzo inédito de entender las dimensiones de economía creativa en el sistema de gobernanza de la cultura como bien público, utilizando los Indicadores Temáticos de Cultura de la UNESCO | 2030 como marco metodológico. Debe aclararse que este no es un análisis crítico sobre dicho instrumento, ni una aplicación estricta de su metodología en los términos para los que fue planteada inicialmente y está en implementación en algunos países siguiendo las estrictas prácticas de UNESCO. Es un paso siguiente: utilizar el instrumento público no sólo para la elaboración de marcos de referencia sobre el estado de la cuestión cultural desde este enfoque, sino como una herramienta de planeación estratégica, de diseño de medidas concretas que ponen en valor la dimensión de economía creativa, entendida como financiación estratégica.


Por último, la tercera parte ofrece una ruta de acciones que intersectan la economía creativa, la cultura como bien público y el desarrollo sostenible para ser implementada a través de sistemas de gobernanza cultural. Es un ejercicio que tiene el enfoque de punto de llegada (aplicación de instrumentos vinculantes y de gobernanza de UNESCO), pero también es un punto de partida para hacer más explícitas, de forma sistémica, las intersecciones que se han planteado. Su interés fundamental es plantear acciones concretas que pueden detonar los procesos de innovación necesarios que requieren nuestras políticas culturales.

Lázaro Israel Rodríguez Oliva



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Durante la XXVII Cumbre Iberoamericana de Andorra los Jefes de Estado y de Gobierno aprobaron el Plan Iberoamericano de Gastronomía y Alimentación (PIGA 2030), el cual propone impulsar una cooperación regional desde un enfoque de la gastronomía, como una cadena de valor y como política pública fundamental para la construcción de nuevas agendas de innovación, como ruralidades prósperas, la innovación tecnológica en la agricultura y los modelos y prácticas de agricultura sostenible y resiliente al cambio climático, con enfoque de género, entre otros.

En este sentido, la Cancillería llevó a cabo el primer taller interinstitucional con el objetivo de identificar las prioridades nacionales y las necesidades desde una perspectiva transversal y holística en la cual las instituciones participantes intercambiaron ideas y opiniones para avanzar en la planeación 2022 – 2023 del Plan.

Este taller contó con la participación de MEDUCA, MIDA, MIAMBIENTE, MICULTURA, MIDES, MUPA y el acompañamiento de la Fundación Hoja de Bijao, al ser la única organización civil involucrada en este proceso por parte de la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB).

La directora de Cooperación Internacional, Margelia Palacios, resaltó la importancia que tiene este taller, siendo el primero de la región, con miras a coordinar las acciones y proyectos que se vienen desarrollando desde las instituciones para hacer más eficiente el uso de los recursos, en un momento que la creatividad y la innovación son más necesarios para su implementación.


Publicado en sitio web del Ministerio de Relaciones Exteriores

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Lázaro I. Rodríguez Oliva

Una vez un cocinero me dijo que cómo iban a apoyar la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible si ni siquiera se les menciona. “Pues igual que se las ingenian para agregar un ingrediente a una receta y crear algo nuevo”, le confirmé, sabiendo que desde 2016, la Asamblea General de las Naciones Unidas había designado los 18 de junio como Día de la Gastronomía Sostenible. Para hacer visible la contribución de este sector a la producción agrícola, la pesca, la seguridad alimentaria, la nutrición, el uso de la energía y la mitigación del cambio climático, este día se invita a celebrar a los Estados Miembros, las agencias de las Naciones Unidas y otras organizaciones internacionales y regionales, a la sociedad civil, incluidas las ONG y los particulares.

Pero hoy, en tiempos de crisis mundial del hambre, hace falta algo más que celebrar un día. La última edición del Informe mundial sobre crisis alimentarias (GRFC 2022) pronostica que alrededor de 193 millones de personas padecerán inseguridad alimentaria aguda este año y necesitarán asistencia urgente en 53 territorios, una cifra que ha aumentado en un 80% desde 2016, al menos en 48 países. Si bien el lado más visible de la gastronomía ha sido el privado –los chefs mediáticos, los emprendimientos callejeros y de mercados, los restaurantes o las ferias culinarias, entre otros–, hay un giro hacia la sostenibilidad que demuestra que las personas detrás de los fogones también son líderes del cambio.

En contextos de crisis, la organización World Central Kitchen, y su líder, el célebre cocinero José Andrés, premio Princesa de Asturias de la Concordia 2021, llegan con comida caliente antes que otros. Desde 2020, la Guía Michelin entrega las estrellas verdes, una categoría específica para reconocer a los restaurantes por su relación con el medio ambiente. Otro sello, el de Cocina eficiente y sostenible, surge de la colaboración de Repsol y Aenor para promover el uso responsable de las fuentes energéticas en la gastronomía. El Basque Culinary World Prize ha sido pionero en reconocer chefs con iniciativas transformadoras. Los World’s Best 50 Restaurants han incorporado la distinción Champions of Change para reconocer a jóvenes profesionales con incidencia en sus localidades.

Otros nuevos instrumentos de colaboración se vienen cocinando: BBVA y el Celler de Can Roca implementan el Programa de Gastronomía Sostenible para promover la transición del sector hacia prácticas más sostenibles. En Chile, el Laboratorio Gastronómico, del Ministerio de Educación y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), ha mejorado la calidad en los comedores escolares, combatiendo la obesidad y el desperdicio alimentario, desde el enfoque de “comer rico” como derecho.

Ya es momento para la gastrocooperación: que las alianzas estratégicas de todos los actores de la gastronomía se activen de forma sistémica para hacer más visible el lugar del sector en la Agenda 2030

Si bien la tendencia es destacar el papel transformador de la gastronomía, apremia un paso más: lograr que las políticas públicas dirigidas al sector también cambien al paso de las vanguardias. Para ello, no es suficiente con lo que pueda hacerse desde una tribuna foodie, un restaurante destacado, un mercado gourmet, una marca reconocida o una escuela de cocina con prestigio. Ya es el momento para la gastrocooperación: que las alianzas estratégicas de todos los actores de la gastronomía se activen de forma sistémica para hacer más visible el lugar del sector en la Agenda 2030. Se abriría paso a acciones de cooperación más complejas y mejor coordinadas, basadas en el trabajo intersectorial, donde más personas e instituciones sumarían sus experiencias y recursos para buscar respuestas efectivamente sostenibles.


La primera región del mundo que da pasos al respecto parece ser Latinoamérica, con el Plan iberoamericano de Gastronomía y Alimentación (PIGA_2030), impulsado por la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB) y aprobado por consenso por las autoridades de 22 países. Fruto de la colaboración de sectores públicos, privados, gobiernos locales, la sociedad civil y la cooperación internacional, es una ruta para movilizar el potencial de la gastronomía en la transformación de los sistemas alimentarios con impactos positivos en las personas, el planeta, la prosperidad, la paz y las alianzas.

Lo gastro como prefijo para definir tendencias del sector no es nuevo: la gastrodiplomacia ha sido promovida por países como Tailandia, México y Perú para influir a través de sus sabores. En España, un portal denominado gastroeconomy sigue las tendencias económico-empresariales de lo que denominan el gastrosector. En Colombia, las gastromujeres han hecho visible el talento femenino en un mundo de hombres al mando. Lo que sí parece novedad es el consenso de que la gastrocooperación facilitaría que estos y otros actores se sumen para que la gastronomía sea uno de esos nuevos instrumentos que tanto se necesitan para acelerar el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, cocinando.


Publicado en El País, el 17 de junio, 2022.

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